Del Barrancón a La Araucanía
Si bien nací en San Bernardo, viví en El Barrancón y Ñuñoa, todo en la Región Metropolitana, de muy chico nos trasladamos a vivir a Concepción donde hice todos mis estudios, terminando de ingeniero civil en mi querida alma mater: la Universidad de Concepción. Después de casado y afincado en Temuco, me he dado cuenta que, sin lugar a dudas, el sur me atrapó y ha sido un lugar que siempre me ha marcado por la diversidad de nuevos horizontes que es posible explorar y desarrollar.
Como ingeniero civil y piloto, he tenido la fortuna de explorar muchos lugares del territorio chileno, pero ha sido en el sur donde realmente encontré mi espacio familiar y profesional. La belleza y la diversidad de esta gran zona sur y austral me han cautivado, llevándo a enamorarme de lugares tan remotos y fascinantes como La Araucanía, Magallanes y la Antártica, los cuales se han quedado grabados en mi memoria.
Fue mi pasión por la aviación la que me llevó a volar sobre paisajes que, hasta entonces, sólo había visto en fotografías. Cada despegue y aterrizaje se convirtió en una oportunidad para descubrir y entender la majestuosidad, así como también la bonhomía de la gente del sur de Chile.
Mis primeros contactos con la Región de La Araucanía y Temuco fueron viajes que no olvidaré. El primero, cuando vinimos a jugar rugby en la década de los 70 con nuestro equipo de la U. de Conce, jugando un partido en la SOFO y siendo alojados por cariñosas familias locales. Y el segundo, cuando me vine a trabajar en junio de 1985 a Serplac, ahí sin duda no sabía que prácticamente estaba quemando las naves.
Al llegar a La Araucanía me encontré con un paisaje impresionante, donde los volcanes se alzan majestuosos y los lagos reflejan la belleza del cielo. Sin embargo, también me di cuenta de que esta región enfrenta desafíos significativos. La desigualdad, la falta de oportunidades y la necesidad de un desarrollo sostenible son realidades que muchos de sus habitantes viven día tras día. Como regionalista, sentí que era mi deber involucrarme y trabajar colectivamente por un país con regiones poderosas. Cuando aún creíamos que era posible derrotar al centralismo endémico que sufre nuestro país, desafío que vemos cada día más lejano.
Producto de mi trabajo, y a medida que me adentraba en la cultura local, me di cuenta de la importancia de respetar y valorar la identidad local, así como las tradiciones mapuche. La cosmovisión de este pueblo indígena y su interacción con los descendientes de colonos, es fundamental para entender la identidad de La Araucanía. Aprendí a querer sus historias, dichos y chascarros, a comprender su conexión con la tierra y a reconocer su sabiduría ancestral. Este aprendizaje me ayudó a entender que los proyectos no sólo deben ser viables económicamente, sino que también deben considerar la cultura e identidad local.
Sin duda, me sentí atraído por la cultura local, por la calidez de su gente y por la rica herencia que se respira en el ambiente. A medida que me adentraba en el conocimiento sobre el sur y especialmente de la Región, descubrí la importancia de poder tener una poderosa conexión entre la comunidad, su identidad cultural y su entorno. Como regionalista, entendí además que el desarrollo sostenible es clave para preservar la belleza natural de La Araucanía, con proyectos que busquen, por ejemplo, fomentar el turismo responsable y la conservación del medio ambiente. La idea es que el progreso no debe venir a expensas de la naturaleza, sino que tiene que coexistir en armonía con ella.