¡Papa Francisco, gracias!
¡Gracias! No solo hoy, también ayer, y para ser más claro, desde que asumió, el Papa Francisco nos hizo reiterados llamados a actuar de manera humanizada en pro del otro, del prójimo, del tú, y lo hace en un registro de la mayor horizontalidad, tal como si se tratara de un hermano, de hermano a hermano, de un hermano mayor, quizás.
Su lenguaje fue, las más de las veces, llano, próximo, simple, desde su sencillo "¡Recen por mí!", pronunciado el 13 de marzo de 2013, que podemos interpretar como, pídanle a Dios que me cuide, tal como yo procuraré cuidar de ustedes.
Desde ese día, y antes, fueron miles y miles sus expresiones, sus ruegos, sus invocaciones por la fraternidad, por la humanidad, por el amor, por la esperanza, por la paz.
"La educación será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza". ¡Cuánta razón!
Al Papa Francisco nunca le faltó la ocasión 'urbi et orbi' y no, para llamar nuestra atención o, derechamente, llamarnos la atención, quizás a unos más y a otros menos; la educación es el eje de nuevas formas de relacionarnos, de nuevos procedimientos, de acciones renovadas, mejoradas. No todo ha de ser dado, no todo ha de ser recibido, ha de ser la consecución de la puesta en acción de nuevas competencias, giros nuevos que pongan en el centro al ser humano, a la persona. Por mi parte, no lo dudo, y ustedes no lo duden, ¡la humanidad necesita más humanidad!
"La unidad es saber escuchar, aceptar las diferencias, tener la libertad de pensar diversamente y manifestarlo con todo respeto hacia el otro, que es mi hermano. No tengan miedo de las diferencias". Ya en respuesta a esta exhortación, el 2017, los obispos chilenos, en una Carta Pastoral del Comité Permanente del Episcopado, nos invitan a soñar a Chile como un hogar común. Es propio del hogar, de un hogar, ser el corazón de una familia, tan variada y compleja como la conocemos hoy, con diversas maneras de vivir, de pensar, de sentir y de organizarse. A veces nos queda la impresión de que hay poco más de diecinueve millones de Chiles, tantos como los que poblamos este país. Es cierto, somos muy diversos, y eso no es un problema, es un valor. Y desde esa diversidad nos debemos disponer a intercambiar nuestras vivencias, nuestro sentir, nuestros sueños.
"En la familia hay dificultades, pero esas dificultades se superan con amor. El odio no supera ninguna dificultad. La división de los corazones no supera ninguna dificultad, solamente el amor es capaz de superar la dificultad. La familia es bella, pero cuesta. Que Dios los bendiga, que Dios les dé fuerzas, que Dios los anime a seguir adelante. Cuidemos la familia, defendamos la familia, porque ahí, ahí se juega nuestro futuro". Creo, esta amonestación es central. La familia es este entorno social es donde todo nace, todo crece, y si es en armonía, mejor. La familia es la célula. O como escribía el cardenal Raúl Silva Henríquez en su hermosa carta "Mi sueño de Chile", la familia es aquella en "que cada jefe de hogar tenga un trabajo estable y que le permita alimentar a su familia. Y que cada familia pueda habitar en una casa digna donde pueda reunirse a comer, a jugar, y a amarse entrañablemente". El amor es clave, es la clave.
¡Papa Francisco, gracias!, gracias por animar, por animarnos incansablemente a través de algunos cuantos miles de sermones, amonestaciones o exhortaciones a corregir la ruta, a tomar el timón, a subir las velas, o a mirar nuevamente la carta de navegación.
¡Papa Francisco, gracias!
Raúl Caamaño Matamala, profesor Universidad Católica de Temuco.