Hay ocasiones en que el humor brota no de la imaginación, sino de la conducta ejecutada con la más absoluta seriedad. Se configura entonces lo que podría llamarse un humor involuntario. El problema de ese tipo de humor es que no tiene el efecto balsámico y ligero del humor corriente, sino que bien mirado es un síntoma de algo grave, una alarma que indica hasta cierto punto una pérdida de realidad.
Es lo que acaba de ocurrir a la derecha -a la derecha que gusta llamarse centro derecha- con el intento de realizar primarias.
Aparentemente la iniciativa estaba colmada de justificación. Las primarias permiten exponer ante la ciudadanía ideas globales, personalidades, formular críticas. Y todo ello, además, con fuertes subsidios públicos. No parecía entonces caber dudas: era conveniente realizar primarias.
El problema, que no se advirtió, o que si se advirtió se prefirió hacer como si no existiera, es que para que existan primarias genuinas es imprescindible tener candidaturas que compitan por el apoyo de la ciudadanía independiente; pero en especial por la adhesión de los partidos que las organizan.
Y ahí estuvo el problema porque las primarias abortadas de la derecha o centroderecha no contaban con candidaturas de esa índole, puesto que todos los partidos habían declarado su adhesión a la candidatura de Evelyn Matthei, todos, sin ninguna excepción. Entonces ¿qué justificación tendría reunir a Chahuán, Carter y Matthei salvo para que esta última fuera ungida? El problema es que de ser así ella habría sido ungida no con la dignidad de quien gana una primaria, sino con el absurdo de quien participa de una simulación, de una puesta en escena, casi de una bufonada. La única primaria de interés era entre la derecha iliberal (Kast, Kaiser) y la derecha que, a pesar de los tropiezos de sus últimas declaraciones, podría llamarse liberal (Matthei). Y esa primaria ya no fue posible porque la derecha está poseída por la prematura convicción de un triunfo, de manera que está incurriendo en el error de creer que el problema político no es ganar la presidencial, sino decidir quién de derecha ocupará la primera magistratura. La derecha cree que tiene el triunfo presidencial en sus manos y por eso todos los que piensan que lo merecen, o creen tener atributos para ello, o cuentan con un narcisismo que los ciega, se muestran dispuestos a competir con la candidata que, vaya paradoja, cuenta con el apoyo de ellos mismos (según dicen) y de todos los partidos.
Es difícil saber qué pensará en estos momentos el senador Chahuán y sus viejos anhelos de liderazgo nacional situado ahora en tierra de nadie, o el exalcalde Carter que debió abrigar esperanzas de que su anhelo de competir en primarias se realizara. Ambos, y Evelyn Matthei estuvo a punto, han participado de una chambonada risible que muestra que los puntos ciegos del narcisismo y la confianza excesiva pueden conducir, incluso cuando las circunstancias parecían mejores, a la derrota.
Pasado el momento irrisorio, la derecha situada a la centroderecha debiera componerse, lo que quiere decir recuperar un cierto ascetismo racional que no tiene nada que ver con cálculos o jugadas de última hora que entretienen a las audiencias y causan risa, pero acaban despilfarrando el prestigio. Y, claro, prepararse para una competencia en serio que será entre la derecha de tinte liberal (las declaraciones desafortunadas impiden llamarla liberal a secas) y la derecha iliberal, y ahí sí que no hay espacio para reírse o seguir haciendo chambonadas.
La verdadera seriedad es cómica, dijo, Nicanor Parra. El revés de la afirmación también es cierto como lo prueba este caso: la comicidad revela a veces problemas muy serios.